La oración de Jesús
  • Tu Padre está en el cielo.
  • Los recursos del cielo le pertenecen a Dios y los utiliza para lidiar con nuestros problemas.
  • El Dios que creó los cielos puede responder nuestras oraciones.
  • Dios quiere ser tu morada, tu hogar.
  • Dios se conmueve ante la sinceridad de nuestras oraciones.
  • Realmente somos hijos de Dios.
  • Es importante orar para que Dios ocupe cada rincón de nuestra vida.
  • Tenemos acceso al trono de Dios.
  • Tenemos el privilegio de hacer nuestras peticiones a Dios.
  • Dios responde a las peticiones que traemos delante de Él.
  • La oración no realiza un papel secundario, es esencial.
  • La oración acciona el poder de Dios.
  • Puedes hablar con Dios porque Él escucha.
  • Tus oraciones mueven a Dios para cambiar el mundo.
  • No temas preguntar, Dios ha hecho un compromiso de cuidar de nuestras necesidades.
  • La oración apropiada nos revela a Dios.
  • Se nos insta a hablar con Dios acerca de lo indispensable para la vida.
  • La vida no trae ningún menú. Debemos aceptar lo que viene con confianza y agradecimiento.
  • Cuando se trata del reino, del poder y de la gloria, la palabra clave es tuyo, no mío.
  • La oración nos enseña a depender de Dios.
  • Dios quiere que comencemos y terminemos nuestras oraciones pensando en Él.
  • En adoración, nos despojamos de nuestra mentalidad y nos enfocamos en Dios.

LA ORACIÓN VERDADERA

LA ORACIÓN VERDADERA

Orar significa comunicarse oralmente o con la boca al hablar. Generalmente la palabra se aplica cuando alguien se comunica con Dios, o lo intenta, pues la verdad es que no toda oración es escuchada por Dios (1ª Jn. 5:14-15, Pr. 15:29, 28:9). Hay pueblos como el mahometano, que dedican muchas horas a la oración, pero como un acto religioso que no hace contacto, sobre todo, porque para que Dios nos escuche y nos responda, es necesario depositar la fe en el único mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre (1ª Ti. 2:5). Él nos garantizó que al dirigirnos a Dios en su Nombre, es decir, depositando nuestra fe en Él, seríamos escuchados y Dios nos respondería (Jn. 14:13-14, Jn. 15:16, Jn. 16:23-27).

Orar a través de otro mediador es un error y no importa cuanta sinceridad haya, esas oraciones no llegan a Dios. La gente acude a Dios por medio de María, o de los santos que ya murieron, pero eso no sólo no cumple su cometido, pues es una invocación prohibida por Dios, ya que es pretender que los muertos nos pueden oír (Dt. 18:9-12, Is. 8:19-20). Esta práctica se conoce como nigromancia y es totalmente pagana, porque el único omnipresente es nuestro Dios. Los discípulos veían cómo el Señor disfrutaba de sus tiempos de comunión con su Padre Celestial, así que le pidieron: enséñanos a orar, a lo que el Señor les dio un modelo de oración que nos permite orar con la seguridad de ser atendidos y tener una verdadera comunión con Dios (Jr. 29:11- 13, Lc. 11:1-2, Mt. 6:9-13). Veamos este modelo de oración y aprendamos a orar como Cristo nos enseñó:

1.- Padre nuestro. ¡Qué inicio!, no oramos a Dios como nuestro creador, sino a Dios nuestro Padre, lo cual es sólo posible cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador (Jn. 1:11-13). Qué maravilloso es acercarse a Dios con esa confianza y sabiendo que el ser hijos de Dios nos ha dado derechos que podemos ejercer delante de Él (Ro. 8:16-17). Un hijo es heredero y la oración debe hacerse en esa conciencia, que nos acercamos a nuestro amado Papá, que nos ha dado todo en Cristo (1ª Co. 3:21-23, Ro. 8:32). Para conocer nuestros derechos de hijos necesitamos conocer y creer a la Palabra de Dios, de modo que siempre le pidamos conforme a su voluntad en fe, ya que sólo así él nos dará lo que le pidamos (1ª Jn. 5:14-15).

2.- Que estás en los cielos. Es muy importante que estemos conscientes donde se encuentra Él, y dónde estamos nosotros, para que oremos con toda la certeza que Él puede respondernos siempre. El hecho de que Él esté en los cielos es de suma importancia, porque está sobre todas las cosas (Sal. 103:19, Ef. 4:10). Nosotros estamos en la tierra, así que podemos lograr, mediante la oración, que Él obre en nosotros y a través de nosotros, porque espiritualmente estamos con Él en su trono, en dominio (Ef. 2:6), pero al mismo tiempo, mediante nosotros, Él está estableciendo su reino en este mundo, cuando su amor es perfeccionado en nosotros (1ª Jn. 4:17).

3.- Santificado sea tu Nombre. Este es un acto de rendición, cuando le alabamos por quién es Él. La alabanza a Dios implica necesariamente nuestra humillación ante Él, para reconocerle como nuestro Señor. Antes que pedir o cualquier otra cosa, lo importante es reconocerle con acatamiento (Sal. 100, Sal. 34:1-2). La alabanza traspasa nuestra conciencia de todo lo que nos pasa, hacia Dios, de modo que podemos descansar en Él porque es nuestro Padre y además nuestro Señor (1ª Co. 8:6). En el modelo de oración que Dios nos dejó, este tercer punto es de suma importancia para que nuestro corazón repose en Él y tengamos la confianza de su segura protección.

4.- Venga a nosotros tu reino. Antes de exponer nuestras necesidades, es también importante el rendir nuestra voluntad a Él, para no pedir cosas frívolas o egoístas, sino todo aquello que sea para su gloria en nuestras vidas (Stg. 4:3). Pedir el reino de Dios sobre nuestras vidas, es supeditar nuestras necesidades a sus propósitos por los cuales pasamos por ellas (Job. 1:20-22). Muchas veces, cuando pasamos por momentos difíciles, lo que queremos es salir de ellos pronto, para seguir nuestra vida como antes, pero eso se sale del modelo que Dios nos dejó, porque lo más importante es que, cuando salgamos en victoria por su respuesta, su reino sea para nosotros prioritario por sobre nuestras pruebas y necesidades, como la comida y la bebida (Mt. 6:33, Hch. 14:22, Ro. 14:17). Su reino es lo que nos permite tener victoria en nuestra vida personal.

5.- Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Es la segunda cosa a pedir, que todo suceda de acuerdo a su Plan divino, para que, de la misma manera que en el cielo sus ángeles llevan a cabo su voluntad, nosotros nos dispongamos a ejercerla en todo momento (Sal. 103:20, Sal. 148:2, Mt. 4:11). Una clara visión del plan de Dios es necesaria para caminar con seguridad, recibiendo su gracia y teniendo su pleno respaldo en todo. La verdadera oración no es para que Dios termine haciendo lo que nosotros queremos, sino para que nosotros nos conformemos a su perfecta voluntad. La oración fue entonces diseñada para cambiarnos a nosotros, renovando nuestro entendimiento y usarnos para orar según su voluntad para después experimentarla (Ro. 12:1-2).

6.- Danos hoy nuestro pan cotidiano. Tercera petición correcta, el que Dios supla el sustento para todo nuestro ser: Pan espiritual para nuestra alma, su Palabra, del que se alimenta la nueva criatura para conservarse fuerte y perseverar en su voluntad (Mt. 4:1-4). Pan material para el sustento de nuestro cuerpo, de modo que estemos listos para obrar sus obras buenas (2ª Co. 5:10, Ef. 2:10, Tit. 2:14, 1ª Co. 9:26). Como podemos entender, somos templo de Dios y nuestro cuerpo y nuestro espíritu son de Dios, por lo tanto debemos estar aptos, sanos, fuertes, para toda buena obra que Dios quiera hacer por medio de nosotros (1ª Co. 6:19-20, He. 13:21).

7.- Y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. La cuarta cosa a pedir es el perdón, porque sabemos que ofendemos a Dios todos los días, así como también recibimos ofensas de los demás. El perdón es algo divino, pero si no lo damos, significa que lo rechazamos, lo cual impedirá que Dios se manifieste libremente en nuestras vidas. Perdonar con el perdón que Dios nos da, nos mantiene libres, pero al negarlo quedamos atrapados en la cárcel, impedidos de ver la gloria de Dios (Mt. 6:14-15, Mt. 18:21-35). Esto de perdonar y reconciliarse está al último de nuestra oración porque antes de empezar a orar debemos ejercer el perdón para poder hacerlo (Mt. 18:15, 5:23-24), como el hijo pródigo, que cuando reconoció su pecado fue a su padre y le dijo que había pecado contra el cielo (Dios) y contra él, así que fue y le pidió primero perdón a él, para después poder ser perdonado de Dios. Pedir perdón y otorgar el perdón es lo que nos hace cada vez más semejantes a Él, porque es cederle todo a Dios, para que Él sea glorificado, es por eso que la oración debe terminar reconociendo que es posible perdonar, porque suyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos, ¡amén!

Podrás ahora comprender que el Señor no nos dejó un rezo para repetir como un conjuro mágico que nos va a bendecir por el sólo hecho de repetirlo muchas veces, sino un modelo que le pondrá contenido a nuestra oración, la cual Dios atenderá y por medio de la cual nos cambiará para que pidamos conforme a su voluntad y nuestra oración sea eficaz al poner en marcha la perfecta voluntad de Dios aún mientras oramos. ¡Aleluya!